Volver a los ciclos naturales
Mi abuela Concha nos ponía motes a los nietos. Entiéndase mote por apodos.
A mí me llamaba Gitana María. Yo pensaba que era porque no me gustaba peinarme ni arreglarme. De hecho, sigo sin hacerlo.
Cuando empecé el camino del autoconocimiento a través de la astrología, las palabras de mi abuela resonaron en mí como las campanas de Belén.
¿Cómo supo mi abuela resumir en dos palabras mi necesidad de libertad sin haber ido a escuela ni haber leído ni un puñetero libro de desarrollo personal?
Ella lo vio porque sabía contemplar la vida y a las personas desde su mecedora en el patio.
Y también lo vio porque era más vieja que el hilo negro.
He hecho muchos cursos, he leído muchos libros, escucho mucho podcast. Siempre en búsqueda de respuestas a ¿quién soy?, ¿para qué estoy aquí? Son preguntas MUY tochas y hay muchas teorías. Tantas que al final se nos hace la picha un lío.
Ante estos líos pienso en mi abuela (en las dos). En el patio lleno de geranios, en la mecedora, en el jabón de sosa. Me voy al campo, cambio las macetas de tiesto, toco tierra, prendo una vela. Eso me calma y me centra. ¿Y si el camino es por ahí?
¿Y si tenemos que volver a lo simple y a lo viejo para escuchar lo que nos susurra el alma?
Simple y viejo que flipas, como entender las 4 estaciones que estaban antes que todo.
Antes que la ciencia y antes que trabajar 40 horas a la semana durante 11 meses al año. Antes incluso que Jordi Hurtado.
Primavera, verano, otoño, invierno representan un ciclo natural entre el Sol y la Tierra desde hace millones de años. Un ciclo natural para el árbol, el río, el lobo y también para el humano. Un ciclo en el que, por cierto, se basa la astrología.
Conocer el ciclo completo del que eres parte implica conocerte a lo largo del tiempo.
Si me lees, me imagino que tienes preguntas similares a las mías. No sé si eso te agobia pero por experiencia te digo que las respuestas no llegan bajos los efectos del ansia viva y de vivir como pollo sin cabeza.
Hay que volver a los ciclos naturales.